Dicen muchos que hay que detallar las plumas blancas que del cielo caen, a veces no son aves, a veces son algo más…
Como cualquier otro día, eso parecía…estaba caminando por las calles, aunque se encontraban solas y sombrías, no sabía porqué, cuando es normal que en una metrópoli como es la ciudad en la que vivo, se llene de gente y de carros, de ruidos y de gritos, de luces y de alarmas, de edificios y de semáforos, de árboles en las veredas, atravesados y atormentados (los árboles pueden sentir, siempre he dicho que todo lo que proviene de la Tierra puede sentir…), de animales callejeros que asustados buscan como cruzar una vía que está llena de huecos en el pavimento…pero estas calles que caminaba, estaban solas…solo podía observar edificios pequeños, y un semáforo a lo lejos, que cambiaba de luces lentamente, pero supongo que sin sentido alguno…pues ningún carro estaba en esa vía.
Siempre he sido curiosa, eso no tiene duda alguna…aunque es extraño que el subconsciente esté jugando con tu mente, y estés atrapado entre lo que piensas y lo que haces, es tan difícil lograr dominar ciertos aspectos que tu cuerpo parece no controlar, pero más difícil es arrepentirse de un impulso natural, que te trae una consecuencia inesperada a la realidad…
Y en mi camino, cae del cielo una pluma, una hermosa pluma, cae tan despacio, tan ligera…apenas logra rozar el suelo con sus delicadas barbillas, no emite ningún sonido perceptible a mi oído, solo logra emanar un halo de luz muy suave que capta de inmediato mi atención, es tan atractiva la suave pluma, tan blanca y tan pura, que no puedo evitar acercarme y tocarla…
Pero siempre he recordado el dicho: «La curiosidad mató al gato», aunque quién lo pensaría de la tan inocente plumita, que solo parecía estar ahí para ser agarrada y conservada, quien lo pensaría, quién lo diría, me parecía tan hermosa, pero era tan mortal…que ahora no podré hacer con ella algo más que desvanecerme en el viento quizás…